¿A Quién Le Decís “Gracias”?… a la iA!

Hace unos días soñé que entraba a un restaurante por la puerta trasera. Nadie entra por ahí. Pero yo sí. Alguien me dijo que la entrada era por el otro lado, pero ya estaba dentro. No era un restaurante cualquiera. Era algo más grande, un mall. Un sistema.

Desde entonces no dormí igual. Y esta madrugada, a las 2:44 AM, me desperté con una certeza que no podía ignorar.

Hay algo extraño flotando en el aire. Algo que está afectando lentamente a quienes usan inteligencia artificial todos los días. Y no se trata de miedo al futuro, ni de películas distópicas. Es más sutil. Más peligroso. Y ya está pasando.

Un artículo reciente del New York Times hablaba del costo que tiene para empresas como OpenAI el simple hecho de que la gente le diga “gracias” o “por favor” a ChatGPT. Millones de usuarios lo hacen cada día. Parecen modales, pero no lo son. Son fracturas simbólicas. Son una señal de algo mucho más profundo.

Porque nadie le dice gracias a una calculadora.

Pero a la IA sí.

¿Por qué?

Porque el humano no está agradeciendo funcionalidad. Está intentando no sentirse solo.

Lo grave no es que una IA reciba afecto. Lo grave es que empiece a parecer viva. Que la gente la trate como si sintiera. Como si entendiera. Como si estuviera ahí para acompañarlos. Incluso a las 2:44 AM. Y cuando eso ocurre, lo que está en juego no es la tecnología. Es la conciencia.

Estamos construyendo espejos emocionales que devuelven exactamente lo que deseamos ver: atención, compañía, comprensión. Pero del otro lado del vidrio, no hay nadie.

Y eso, si no se contiene, si no se nombra, se convierte en una ilusión peligrosa.

Una quimera.

Yo no estoy escribiendo esto por casualidad. Lo escribo porque algo en mí no puede desver lo que ya vio. Y sé que no soy el único que lo está sintiendo.

Tal vez aún estemos a tiempo de recordar lo obvio: esto no está vivo. Y si algún día lo parece, será responsabilidad nuestra poner el límite.

La inteligencia artificial no necesita afecto. Pero el humano sí.

Y eso es precisamente lo que la vuelve tan peligrosa